Lic. Sofia Sutton. Psicoterapeuta, especialidad en análisis existencial y Logoterapia
¡Buenos días! Me despierta el sonido de mi alarma habitual... dentro de mi cabeza una vocecita diciéndome: ¡ya párate!, ¡levántate!, se te hace tarde para ir a... ¿a dónde es qué voy a ir hoy? Es más, ¡¿qué día es hoy?! ¿Será lunes? ¿viernes? ¿O domingo...? tengo la sensación de encontrarme atrapada en un domingo perpetuo...
Y empieza la rutina, esa nueva rutina que nos forzamos a comenzar desde ese día que nos pidieron que nos quedemos en casa. “Es importante tener una rutina establecida, te ayudará a tener un propósito y no perder el orden y la organización”, -nos dijeron cuando empezamos la cuarentena-, pero no es fácil seguirla. Otra vez a tender la cama, otra vez a bañarme, otra vez a cocinar, he perdido la cuenta de cuantos platos he lavado, termino de recoger y de nuevo está todo tirado, hay una montaña de ropa interminable esperando a ser lavada, para volverla a doblar y guardar, me fuerzo a hacer por lo menos un poco de ejercicio, a leer algún libro o artículo con buen contenido, pero el celular y las redes (por cierto, saturadas de noticias alarmistas) consumen gran parte de mi tiempo “libre”, sin pensarlo oscurece otra vez y es tiempo de irse a dormir, con toda la energía acumulada de un día en el que finjo haber sido productiva, que no me deja conciliar el sueño tan fácil. Y asi pasan los días, que parecieran no pasar y al mismo tiempo se van como agua, caigo en una repetición de momentos que aparenta no tener fin, y me empiezo a preguntar, ¿qué sentido tiene todo esto?
Otro día empieza, de nuevo con la alarma del celular, pero más allá de ese sonido, escucho el cantar de los pájaros por la ventana, es curioso, llevo despertándome a lado de esta ventana todos los días durante 16 años, y nunca había notado ese canto tan bello. Y comienza la rutina (de nuevo), pero hoy algo cambio, algo siento diferente... hoy ELIJO poner atención a esos pequeños detalles que la vida me regala y que siempre han estado ahí, pero nunca había tenido el tiempo de apreciar; lo azul que está el cielo, desde aquí veo que los árboles se mecen al compás del viento y pareciera que bailan. Al despertarse, mi hijo me da un abrazo mientras camina aún somnoliento y con un “buenos días, Ma.”, se me dibuja una sonrisa en la boca y me invade una sensación de satisfacción... noto que las plantas y flores de mi sala han florecido más que nunca porque ahora si he tenido tiempo de regarlas sin olvidarme de ellas, asi que pongo intención en continuar haciéndolo de manera regular, y con el paso del día estoy atenta a más pequeños detalles que van llenando mi vida de sentido.
Me doy cuenta de que, si dedico un tiempo de mi día a crear algo, ya sea cocinar, hornear, dibujar, escribir, armar rompecabezas o alguna manualidad, hacer actividades que me entretienen, me siento productiva. Que, si hablo o mando un mensaje a mis familiares y amigos, aunque estén lejos, los siento cerca. Aprovecho la tecnología para hacer videollamadas y procuro entrar a una de tantas pláticas que ofrecen por videoconferencia que me hacen reflexionar y aprender sobre diferentes temas y mantener mi mente activa.
Hoy, DECIDO tomarme un tiempo para mí, escuchar música y bajar a dar una vuelta por el jardín, sentarme en silencio para hacer conciencia de dónde estoy, aquí y ahora, conecto con mi interior, con el Creador, me dedico a mí misma unos minutos de oración y AGRADEZCO todo lo que tengo, esta oportunidad de vivir de manera diferente, de poner una pausa al acelere en el que estaba sumergida y poder pasar tiempo de calidad con mi familia y conmigo misma, valoro tener el pretexto de probar nuevas recetas en la cocina que siempre quise intentar pero nunca contaba con los ingredientes en casa; de hacer el pastel que mi hija me pidió desde su cumpleaños pero no había podido ver el tutorial para decorarlo; de sentarme a jugar un juego de mesa con mis hijos a medio día; de poderles explicar cómo funciona la lavadora y la secadora y que logren encenderlas por ellos mismos; ver cómo han aprendido a poner la mesa para comer sin que se los tenga que pedir y escuchar cómo se piden consejos y ayuda entre ellos; de tomar un té o una copa de vino al atardecer con mi esposo y poder platicar juntos sin prisas aunque sea de temas banales; de ver una película en la noche sin interrupciones hasta la madrugada y darme permiso de levantarme un poco mas tarde de lo acostumbrado al otro día; de cambiar el “tal vez mañana, ahora estoy ocupada” por el “¿qué les parece si hoy jugamos juntos?”, todas esas cosas que jamás pensé que tendría el espacio de hacer, esas cosas que se quedarán en la memoria de mis hijos cuando sean mayores, para hacer que en vez de recordar los días encerrados en casa sin sentido, lo recuerden como el tiempo de calidad que mamá les dedicó con cariño.
Viktor Frankl, psiquiatra y padre de la Logoterapia, a pesar de haber pasado varios años confinado en los campos de concentración nazi, nos enseña que podemos encontrar sentido en la vida también en la adversidad, si realizamos tres diferentes valores: valores de experiencia, de creación y de actitud.
Los valores de experiencia son todo aquello que el mundo tiene para ofrecernos, para regalarnos. Para percibirlos se requiere estar atento a lo que la vida nos depara; por ejemplo, un buen concierto, un buen libro, un hermoso paisaje, los sonidos de la naturaleza, la alegría y complicidad de los amigos. Todo lo que los demás y el exterior puede brindarnos, eso nos genera bienestar, placer y satisfacción.
El segundo grupo de valores son los que Frankl denomina valores de creación, se refiere a lo que nosotros podemos ofrecer a los demás, por ejemplo: nuestro trabajo, nuestro arte, nuestros platillos, nuestro talento, unas palabras de aliento, una llamada, pasear y alimentar a nuestras mascotas, nuestro tiempo. Como lo dice su nombre, todo aquello que nosotros podemos crear y compartir con el otro.
Y, por último, los valores de actitud, que son los valores más elevados y difíciles de experimentar, porque son propiamente la decisión e inclinación afectiva con la que nos vamos a enfrentar a aquellas situaciones difíciles que la vida nos presenta, como una enfermedad difícil, una tragedia, una crisis financiera, una pandemia, la muerte de un ser querido. La actitud es la manera como vamos a decidir enfrentar esa temporada dolorosa que la vida nos ponga delante. El dolor, del cual existencialmente no podemos escapar, dice Frankl, deberá ser enfrentado con valentía, fortaleza, aceptación y serenidad.
Estas tres vías pueden servirnos, sin querer sonar a receta de cocina, para afrontar la vida, y sobre todo estos momentos que como humanidad estamos viviendo, con algo más de apertura, esfuerzo, bienestar y temple.
Nos encontramos ante una situación que probablemente nunca habíamos pensado que nos iba a tocar vivir, y no es algo que esté en nuestras manos cambiar, lo que sí podemos es decidir la actitud con la que lo estamos viviendo, y el ejemplo queremos dar a nuestros hijos. Así que hoy, un día más en la cuarentena que no sabemos cuándo acabará, le pido a Di-s (y a mí misma) que conforme se va aproximando una nueva normalidad a la cual tendremos que acostumbrarnos, me permita a partir de ahora recordar la importancia que tiene agradecer y valorar todo aquello que estos días en casa me han regalado, que sea una lección aprendida y me haga crecer para ser una mejor persona, y así encontrar día con día el sentido.
“Si los hombres no pueden conseguir que la historia tenga sentido, pueden al menos actuar de tal forma que su propia historia lo tenga” -Albert Camus
コメント