En estos tiempos el concepto del positivismo y la tendencia a dividir las emociones en positivas y negativas está de moda. Se nos recomienda pensar y sentir de determinada forma si es que deseamos tener éxito y triunfar en la vida. “No des oportunidad a que te invadan emociones negativas”, nos dicen los mensajes que recibimos constantemente. Padres, amigos, parientes e incluso artículos en revistas y posts en las redes sociales nos impactan con este tipo de frases.
La realidad, es que las emociones existen, desde que nacemos, venimos equipados con ellas. Es como si tuviéramos un dispositivo dentro de nosotros que ya viene incluido en cualquier modelo, seamos hombre, mujer, sin importar nuestra creencia religiosa, nuestra nacionalidad, nuestro color de piel, nuestra clase social, simplemente, por existir como seres humanos, lo tenemos. Un bebé puede sentir emociones aún cuando no es consciente de ello. Podemos observar que sonríe, que llora, que se enoja, que tiene miedo, y lo expresa según sus posibilidades. Si así nacemos, ¿por qué creemos que algunas emociones no sirven o que nos estorban? ¿Por qué algunas sí son bien aceptadas socialmente y otras como si tuviéramos un defecto de fábrica?
Es común no querer ver triste a alguien que queremos, porque por experiencia sabemos, que es una sensación no agradable, así que tendemos a decir “no estés triste”, “no llores” , e intentar que el otro deje de hacerlo lo más pronto posible.
Dependiendo también de nuestro género, nos damos permiso o no para sentirlas y expresarlas. Aprendemos que “los niños no deben llorar”, o que “una señorita no debe reír a carcajadas o mostrarse muy afectuosa”.
Con frecuencia escuchamos también personas que piden al otro que no se enoje, que no tenga miedo e incluso que no es momento para estar alegres. Pareciera ser que tuviéramos el control de nuestras sensaciones y emociones, que pudiéramos escoger con botones la emoción que se considere por otros o por nosotros mismos, como la más adecuada para el momento que está presente.
Esta forma de verlas, es un constructo social, y se forma desde que somos muy pequeños.
La realidad es que sentir, es un fenómeno que ocurre al ponernos en relación con algo que nos interesa e importa. Es imposible dejar de hacerlo aún cuando no queramos. Este sentir que se convierte en emoción, es lo que nos ayuda a avisarnos de nuestras necesidades, movilizarnos en nuestra interacción con el mundo, a mantenernos vivos.
Invalidar o ignorar emociones es algo que aprendemos, según cómo y dónde hayamos crecido, hubieron algunas que nos permitieron y nos festejaron y otras que nos fueron invalidadas y tal vez incluso, castigadas.
Myriam Muñoz (2013), nos explica que la persona, al explorar sus sentimientos y emociones, tomar conciencia de ellos y reconocer como se mueve a través de los mismos, podrá identificar sus necesidades y satisfactores, validando cada una de estas emociones, teniendo así una vida más rica en vivencias.
Con respecto a las emociones, nos dice, parece haber un acuerdo cada día mayor entre los diferentes investigadores, tanto del punto de vista psicológico como desde el social.
Muñoz describe así dichos aspectos,
1. Informan el estado del campo organismo/entorno. Son como un barómetro interno de lo que está sucediendo en el medio ambiente, Cuando la situación cambia, cambia también el estado del individuo.
2. Proveen orientación en el campo. Nos permiten saber, con más o menos buen criterio, cómo responder a los acontecimientos o situaciones que estamos experimentando. Este criterio va siendo más certero conforme la persona tiene un mejor nivel de madurez y de experiencia.
3. Nos señalan la `presencia de una necesidad. Las sensaciones, emociones y sentimientos nos permiten auto conocernos y reconocer nuestras necesidades.
4. Nos informan en aquello que nos es significativo, de aquello que nos interesa. Por lo que la indiferencia, en estricto sentido, es ausencia de emoción.
5. Nos organizan para la acción: Las emociones y los sentimientos son promotores de conductas que nos llevan a satisfacer necesidades, por medio de decisiones que se relacionan con la supervivencia. También son promotores del cambio ya que nos impulsan a la acción.
6. Son adaptativas. Las emociones, como decía Darwin , no son racionales ni irracionales, son adaptativas. Funcionan adaptativamente no solo regulándonos, sino regulando al otro, así cuando estamos desconsolados nos permiten que los demás traten de confortarnos.
7. Nos motivan. Las emociones y los sentimientos nos mueven, nos disponen a hacer cosas respecto a lo que sentimos. Nos esforzamos continuamente por sentirnos mejor o para alargar los estados placenteros.
8. Comunican. Especialmente a través de la expresión no verbal. Es así como otros pueden captarnos y nosotros captar a otros sin palabras.
9. Le dan sabor a la vida. Si no fuera por la posibilidad de sentir no habría sufrimiento ni dicha, no existiría deseo, no cabría la tragedia ni la gloria en la condición humana.
10. Clarifican al pensamiento y a la toma de decisiones. La cognición pura sin la ayuda de lo emocional, frecuentemente no es capaz de dar soluciones adecuadas a los problemas. Son especialmente útiles cuando hay que decidir entre opciones de conflicto. Entre más conscientes estemos de lo que sentimos, más cuestionaremos lo que pensamos.
11. Son generadores de comportamientos éticos. Si no fuera por sentimientos tales como el arrepentimiento, el afecto, la simpatía, entre tantos más, la vida social armónica sería imposible.
Se identifican cinco emociones básicas como MATEA (por sus siglas); Miedo, Alegría, Tristeza, Enojo y Afecto.
Ninguna de ellas puede calificarse como positiva o negativa, sino simplemente como lo que es, una emoción. Si podemos darnos el tiempo y permiso para sentirla, nos dirá qué es lo que estamos necesitando, son la brújula que ayudará a nuestras vidas a ser más plenas. Podremos movernos hacia donde sea necesario para conseguir lo que queremos y necesitamos. Cada una de ellas tiene su función muy particular e importante. De cada una de ellas se derivan otras. A continuación la función de estas cinco emociones básicas.
La función de la emoción del miedo: El miedo es una emoción que nos ayuda a estar alerta. Incluso cuando estamos en grave peligro me provoca soltar adrenalina la cual nos hace tener más fuerza. Si el miedo lo reconocemos podemos utilizarlo de una forma potencial. Preguntarnos, de qué tengo miedo, qué puedo hacer para estar alerta al peligro, qué pienso que puedo llegar a enfrentar o estoy enfrentando en este momento. Preguntarnos cómo podemos prepararnos mejor, si es real lo que nos asusta o solo lo imaginamos. Todo esto solo podremos reconocerlo si no lo evitamos, y si lo hacemos, quedamos expuestos al peligro. Aunque la sensación no es agradable, nos proporciona recursos para movernos y/o huir de aquello que atenta hacia nuestra integridad.
El afecto, es una emoción que nos inclina de forma positiva hacia otro. Es la base para generar vínculos. Es una sensación agradable que nos hace capaces de dirigirnos al mundo y promueve nuestra apertura al ambiente. Esta emoción es regularmente bien recibida y aceptada por otros, aunque también hay personas que aprendieron a no mostrarla por miedo a ser lastimados.
La emoción de la tristeza, tan poco valorada y/o querida, pero tiene una gran misión. Tiene que ver con una sensación de pérdida, hace que nos retiremos hacia nosotros. Nos pide hacer un espacio en nuestra cotidianeidad para llorar si es necesario, darnos cuenta de que ahora tendremos que buscar la satisfacción de esa necesidad en otra parte. Buscar dentro de nosotros respuestas para luego salir al mundo más sabios y con más auto-conocimiento. Poder reconocer y cambiar aquello que no está siendo nutricio en nuestras vidas.
La emoción del enojo, nos permite saber que hay algo que no nos está gustando, que nos sobrepasa. Nos ayuda a darnos cuenta que hay un límite que necesitamos establecer con otro o con nosotros mismos, nos permite seleccionar lo que nos hace bien y tomar decisiones de alejarnos de lo que nos hace mal. Aún siendo una sensación desagradable, nos ayuda a estar alerta para la defensa.
La alegría se presenta naturalmente cuando hemos satisfecho una necesidad, nos ayuda a vivificarnos, a cargarnos de energía. Es una sensación agradable. Una sonrisa, una carcajada, nos provoca un estado de regocijo, entusiasmo que nos vitaliza para para poder desenvolvernos mejor en cualquier parte.
El intentar ignorar y/o disminuir una emoción nos provoca confusión emocional e intelectual, algunas veces nos hará dar respuestas desproporcionadas a una situación, también puede provocar exagerar otra emoción, como por ejemplo mostrarnos muy enojados cuando en realidad tenemos mucho miedo.
Podríamos decir que más que categorizar las emociones en negativas y positivas, pensemos que lo que provocan son sensaciones agradables o desagradables. Para crecer, la mayoría de las veces, nos enfrentamos a sensaciones que no nos son confortables.
Como padres, maestros, profesionistas, líderes, podríamos contribuir al mejor desarrollo humano los que nos rodean, ayudándolos a validar sus emociones. Nombrarlas cuando las vemos aparecer, preguntar de forma cotidiana cómo se sienten, dar espacios para ello, incluso, hacer auto revelaciones de las propias emociones y explicar lo que nos sucede, pudiera ser un gran ejercicio para que otros tengan más oportunidades de emular más adelante esta acción.
Mtra. Miriam Askenazi Abadí
Psicoterapeuta Gestalt
Referencias
Muñoz Polit Myriam. (2013). Emociones, sentimientos y necesidades. Una aproximación humanista. México, D.F.
Reidi, L:M: (2005) Celos y Envidia: emociones humanas. UNAM; México.
Comments